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por D. JAIME BALMES,PRESBITERO.
Barcelona:IMPRENTA DE A. BRUSI.1848
El título de Filosofía fundamental, no significa una pretensionvanidosa, sino el objeto de que se trata. No me lisonjeo en fundarde filosofía, pero me propongo examinar sus cuestiones fundamentales;por esto llamo á la obra: Filosofía fundamental. Me ha impulsado ápublicarla el deseo de contribuir á que los estudios filosóficosadquieran en España mayor amplitud de la que tienen en la actualidad;y de prevenir, en cuanto alcancen mis débiles fuerzas, un gravepeligro que nos amenaza: el de introducirsenos una filosofía plagadade errores trascendentales. A pesar de la turbacion de los tiempos, senota en España un desarrollo intelectual que dentro de algunos años sehará sentir con mucha fuerza; y es preciso guardarnos de que loserrores que se han extendido por moda, se arraiguen por principios.Tamaña calamidad solo puede precaverse con estudios sólidos y biendirigidos: en nuestra época el mal no se contiene con la solarepresion; es necesario ahogarle con la abundancia del bien. Lapresente obra ¿podrá conducir á este objeto? El público lo ha dejuzgar.
[1.] El estudio de la filosofía debe comenzar por el exámen de lascuestiones sobre la certeza; antes de levantar el edificio esnecesario pensar en el cimiento.
Desde que hay filosofía, es decir, desde que los hombres reflexionansobre sí mismos y sobre los seres que los rodean, se han agitadocuestiones que tienen por objeto la base en que estriban losconocimientos humanos: esto prueba que hay aquí dificultades serias.La esterilidad de los trabajos filosóficos no ha desalentado á losinvestigadores: esto manifiesta que en el último término de lainvestigacion, se divisa un objeto de alta importancia.
Sobre las cuestiones indicadas han cavilado los filósofos de lamanera mas extravagante; en pocas materias nos ofrece la historia delespíritu humano tantas y tan lamentables aberraciones. Estaconsideracion podria sugerir la sospecha de que semejantesinvestigaciones nada sólido presentan al espíritu y que solo sirvenpara alimentar la vanidad del sofista. En la presente materia, como enmuchas otras, no doy demasiada importancia á las opiniones de losfilósofos, y estoy lejos de creer que deban ser considerados comolegítimos representantes de la razon humana; pero no se puede negar almenos, que en el órden intelectual son la parte mas activa del humanolinaje. Cuando todos los filósofos disputan, disputan en cierto modola humanidad misma. Todo hecho que afecta al linaje humano es digno deun exámen profundo; despreciarle por las cavilaciones que le rodean,seria caer en la mayor de ellas: la razon y el buen sentido no debencontradecirse, y esta contradiccion existiria si en nombre del buensentido se despreciara como inútil lo que ocupa la razon de lasinteligencias mas privilegiadas. Sucede con frecuencia que lo grave,lo significativo, lo que hace meditar á un hombre pensador, no son nilos resultados de una disputa, ni las razones que en ella se aducen,sino la existencia misma de la disputa. Esta vale tal vez poco por loque es en sí, pero quizás vale mucho por lo que indica.